Régimen Abierto

Antonio Avendaño

A Moreno le toca el Gordo y denuncia que el sorteo está trucado

La terrible verdad de la política de nuestro tiempo es que la verdad ha dejado de ser verdadera. En noviembre de 2020, el 70 por ciento de votantes...

La terrible verdad de la política de nuestro tiempo es que la verdad ha dejado de ser verdadera. En noviembre de 2020, el 70 por ciento de votantes republicanos creía que hubo fraude en las elecciones donde Trump fue derrotado; en enero de 2022, el mismo 70 por ciento sigue creyendo que esa mentira es verdad.

Entre ambas fechas median un asalto al Congreso de los Estados Unidos alentado primero y amparado después por el expresidente; incontables derrotas de Trump y sus seguidores ante múltiples tribunales que no han confirmado ni en una sola de sus denuncia de fraude; y numerosísimos trabajos de investigación de medios de comunicación e instituciones independientes certificando que Joe Biden ganó limpiamente. Todo inútil. La verdad ha dejado de ser verdadera.

Solo en el marco de esa crisis generalizada de la verdad cabe entender que la dirección nacional del Partido Popular se haya atrevido a impulsar una campaña dirigida a poner bajo sospecha el reparto por el Gobierno español de los fondos Next Generation otorgados por la Unión Europea. Como en el caso de mentiras de Trump, ni una sola institución, comisario o alto funcionario de Bruselas ha dado la más mínima credibilidad a la denuncia de Pablo Casado según la cual los fondos han sido repartidos “a dedo” a pesar de tratarse de un dinero que es “para todos los españoles, no para el Gobierno de Sánchez, no para los alcaldes socialistas, no para las regiones socialistas, no para las políticas socialistas”.
Pero si lo de Casado con su campaña es de escándalo, lo de Juan Manuel Moreno sumándose a ella en Bruselas es de traca. De traca porque la Andalucía que preside es la principal beneficiaria del reparto de fondos, con 1.916 millones de euros, seguida de Cataluña, Madrid (PP), Valencia, Castilla y León (PP) y Galicia (PP). En ese seguidismo al negacionista Casado se nota que Moreno encarna un tipo de liderazgo más bien blando, un liderazgo líquido y tirando a gaseoso.

¿Cuándo se ha visto que un tipo al que le toca el Gordo vaya por ahí desacreditando el sorteo y diciéndole a todo el mundo que los bombos están trucados? Se diría que Moreno no es ya que no se haya atrevido a ponerse de frente y llevarle la contraria a Génova, es que ni siquiera se ha atrevido a ponerse de perfil, y eso que, ocupando como ocupa la atalaya de San Telmo, bien habría podido darle largas a Casado: “Muy acertada tu campaña, Pablo, qué buena, qué audaz, buenísima, de verdad, cualquier día de estos salgo yo también a denunciar lo mismo, ¿que por qué no salgo ya?, bueno, es que justo ahora mismo ando ahora con otras cosas, pero que sepas que cuando tenga un hueco aparezco públicamente para secundarte; no, no, Pablo, no hace falta que me llames tú para recordármelo, ya te aviso si eso, ya te digo, cuando tenga un hueco me pongo a ello…”.



La campaña de Casado con los fondos europeos se encuadra en esa derivada de la crisis de la verdad que son las corrientes negacionistas de nuestro tiempo, consistentes en negar tozudamente lo que numerosas voces autorizadas certifican inequívocamente como verdad. El negacionismo es una fe recelosa y torcida, un Evangelio inverso y cerril escrito a cuatro manos por un malvado y un necio. Sorprendentemente, en la homilía negacionista de los fondos europeos pronunciada ante la fiel parroquia conservadora por el padre Casado, Moreno ha aceptado desempeñar el penoso papel de monaguillo.