Régimen Abierto

Antonio Avendaño

Jesús Aguirre: ¿negacionista o bocachancla?

Aunque su gramática parda que le hace parecer más cazurro de lo que es, Aguirre no tiene la culpa de no ser Castelar. Sí la tiene de comprarle a Vox su vocabula

 Jesús Aguirre: ¿negacionista o bocachancla?

Foto: EXTRA JAÉN

Jesús Aguirre

Como aquel personaje de Molière que se admiraba al descubrir que llevaba toda la vida hablando en prosa sin saberlo, el consejero de Salud y Familias de Andalucía tal vez lleva mucho tiempo siendo un negacionista de la violencia de género pero no lo ha sabido hasta ahora, cuando se lo está diciendo todo el mundo tras sugerir él que la expresión ‘violencia intrafamiliar’ es de amplio espectro y debería sustituir a la, en su opinión, más limitada y alicorta de ‘violencia de género’.


Que se puede ser algo sin llegar a saberlo jamás es un hecho bastante común: los criminales de guerra creen ser estrictos militares cumplidores de su deber; los terroristas creen ser valientes soldados al servicio de una noble causa; los rusos que hoy masacran Ucrania creen ser esforzados patriotas; los políticos de extrema derecha creen ser razonables conservadores descontentos con una sociedad que ha perdido el rumbo.

Jesús Aguirre no es un mal político… siempre que se esté callado. Hasta donde sabemos, su gestión sanitaria de una situación tan comprometida como la pandemia ha sido previsora y razonable, en línea con la mayor parte de presidentes, consejeros y ministros, con la casi única excepción de Isabel Díaz Ayuso y su repugnante populismo sanitario.



No puede decirse lo mismo de Aguirre en la gestión general de la sanidad pública, donde su querencia por la privada, por una parte, y su falta de determinación para recuperar los estándares de calidad anteriores al crack financiero de 2008, por otra, arrojan un balance bienintencionado pero mediocre.

Por lo demás, es un hecho que de vez en cuando Jesús Aguirre se lía. Se lía y la lía. Le ocurrió en 2019 con el brote de listeria y volvió a ocurrirle en 2020 con la pandemia, cuando, para explicar algo tan sencillo como cuántas personas de una misma familia podían juntarse, se metió en un jardín de película de los hermanos Marx que lo convertiría durante unas horas en el ‘Jesus superstar’ de las redes sociales: “Lo que estamos intentando evitar –dijo increíble pero literalmente– es que se me acumulen o se acumulen personas de diferentes unidades familiares dentro del ámbito familiar. De ahí que vamos a proponer una restricción, que la propondremos, que será seis personas fuera de lo que es el ámbito familiar dentro de lo que es la propia actividad familiar, incluido también, por supuesto, el baremo social”.

De verbo castizo pero sin garbo y fiel a una gramática parda que le hace parecer más tosco y cazurro de lo que es, ciertamente Aguirre nunca será Demóstenes ni Castelar, pero él no tiene la culpa. Sí la tiene, en cambio, de comprarle a Vox el vocabulario negacionista sobre la violencia de género, paso previo a comprarle el discurso. Como quien alegremente mete en casa a un ladrón con cara de ángel, el consejero asume con perfecta naturalidad y un desahogo que roza lo temerario una terminología deliberadamente engañosa y taimada con la que Vox persigue desacreditar las políticas antimachistas y legitimar ese patriarcado que ellos creen que es el no va más de la civilización cristiana.

Vista la encendida defensa que hacía de él la consejera de Igualdad Rocío Ruiz, para quien su compañero de gobierno “no se explicó bien” y estaba dispuesto a “aclarar” el malentendido, cabe preguntarse: ¿Aguirre es un negacionista o solo un indocumentado? ¿Un ultra que no sospecha lo que es o un bocachancla que habla de lo que no sabe sin medir las consecuencias de sus palabras? Si es lo primero, guardará silencio o sus aclaraciones serán imprecisas y poco convincentes; si es lo segundo, se disculpará y dirá lo que Rocío Ruiz dijo que quiso decir.

Aguirre ha hablado, sí, pero no se ha retractado. Ha dicho que él no cesa de combatir la violencia de género, pero no ha dicho algo tan sencillo como esto: “Del mismo modo que el terrorismo o la pederastia son tipos específicos de delito, la violencia de género es un tipo específico de delito cuyas víctimas son mujeres por el hecho de ser mujeres”. No se necesita ser Demóstenes para decirlo.