Régimen Abierto

Antonio Avendaño

¡Que viene la derecha!

Quienes votan a Sánchez ven en él al rey de las remontadas, pero la marea derechista, orlada con repugnantes ribetes ultras, invade toda la Cristiandad

 ¡Que viene la derecha!

Juan Espadas

Las Diputaciones de Jaén y Sevilla han salvado el honor del socialismo andaluz, mancillado por segunda vez en este 28-M si bien en menor grado que en aquel aciago 19-J de 2022, cuando la derecha capitaneada por Juan Manuel Moreno Bonilla arrasó literalmente a las izquierdas. Ambas corporaciones provinciales son las dos únicas de las ocho andaluzas que permanecen en manos de la izquierda.

No es mucho consuelo: Jaén y Sevilla vienen a ser ese gol del honor y la esperanza que, en el último minuto de juego, consigue marcar el equipo que va perdiendo por 3-0. Jaén y Sevilla son el premio de consolación de un domingo negro que debilita todavía más al secretario general de los socialistas andaluces. Con tales resultados, la supervivencia de Juan Espadas queda irremisiblemente uncida a la de Pedro Sánchez: si Pedro pierde el Gobierno de España en las elecciones del 23 de julio, el liderazgo de Juan tendrá los días contados.

Ahora bien, si hubiera estado sentada otra persona en el sitial de San Vicente, ¿habrían transcurrido las cosas de modo distinto? ¿Las derrotas socialistas habrían sido menos inequívocas, menos rotundas? Muy probablemente no: al fin y al cabo, Espadas heredó un PSOE moral y políticamente devastado, una organización atormentada por la aflicción y la vergüenza de ver condenada a severísimas penas a la generación política que lideró la más ambiciosa y fecunda modernización experimentada por Andalucía en los últimos siglos. Lo que los procesados del caso de los ERE interpretaban como meras faltas de orden administrativo o presupuestario, la justicia las tipificó como gravísimos delitos minuciosamente planeados. Ni Espadas ni nadie habría sido capaz de frenar la sangría de votos provocada por tal cataclismo político-judicial.



El 23-J se jugará el partido de vuelta del 28-M, primer choque donde la derecha ha goleado a la izquierda con una ubérrima cosecha de ayuntamientos y autonomías. Con una renta tan favorable, los conservadores que lidera Alberto Núñez Feijó concurren a las legislativas confiados en que a sus adversarios les será poco menos que imposible salir bien parados. Quienes simpatizan con Pedro Sánchez siguen viendo al presidente como el rey de las remontadas, pero lo cierto es que la marea derechista, coronada con repugnantes ribetes ultras, viene desde hace tiempo invadiendo las costas situadas a ambos lados del Atlántico, asolando, como quien dice, toda la Cristiandad. El mismo viento huracanado que hincha las velas de la armada conservadora ha desarbolado la flota progresista, en cuya tripulación cunde un desánimo que el almirante Sánchez intenta contrarrestar anunciando su última y desesperada ofensiva: el 23-J es su batalla del Ebro.

El 28-M los pueblos votaron en clave local y las ciudades en clave nacional. Así parece atestiguarlo el hecho de que, en Andalucía, los socialistas aventajan a los populares en casi 500 concejales, pero su porcentaje de votos es inferior en casi cinco puntos: 3.780 frente a 3.273 ediles y 33,34 frente a 38,08 por ciento. El PP ha sumado 1,48 millones de votos frente a 1,3 millones del PSOE. La diferencia a favor de los populares ha sido de 185.000 papeletas: es un resultado doloroso pero no catastrófico. En fútbol equivaldría pongamos a un 2-1 o quizá 3-1, pero no a una goleada. La soñada remontada depende de varios factores, pero no todos están, ay, en manos del míster.

Los electores de derechas estaban furiosos con Pedro Sánchez y lo han demostrado. La participación en los distritos acomodados ha sido muy superior a la registrada en los barrios modestos: basta comparar, pongamos por caso, los datos de abstención en el Polígono del Valle y en el entorno del Hotel Condestable para constatarlo, con hasta 15 puntos más de participación en este que en aquel. Y lo mismo cabe decir, ya en Sevilla, de las abstenciones registradas en la barriada roja del Parque Alcosa y en la zona nacional de Los Remedios. Si el votante conservador está furioso, el votante progresista está desencantado. Por eso se ha quedado en casa. Si vuelve a mostrar la misma abulia el 23 de julio, el destino de Sánchez estará sellado.

Los votantes de izquierdas que se quedaron en casa el 28-M tal vez se movilicen el 23-J, jaleados por el mismo grito de guerra que tan buen resultado dio a los socialistas en 1993 en España pero tan malo en Andalucía en 2022: ¡que viene la derecha! Si dentro de dos meses los abstencionistas del 28-M dejan de serlo y si Sumar se consolida como única marca a la izquierda del PSOE, quizá, solo quizá, Sánchez pueda conservar el Gobierno. A favor del presidente y sus socios de Unidas Podemos juegan sus logros materiales, pero en contra operan los escollos emocionales; los éxitos indudables en materia económica, diplomática o social se han visto neutralizados por unos amigos parlamentarios cuya deslealtad constitucional encoleriza a muchos votantes de izquierdas o por unas iniciativas legislativas tan bienintencionadas como desoladoramente chapuceras.

Hoy, el promedio de los sondeos realizados antes de que Pedro Sánchez anunciara el adelanto electoral a julio otorga al PP un holgado 30 por ciento de los votos, frente al 25 por ciento del PSOE, 15 por ciento de Vox, 10 por ciento de Sumar y 6 por ciento de Unidas Podemos. Con ese cuadro, PP y Vox sumarían probablemente mayoría absoluta. Aun así, no todo está perdido. El 28-M hirió a Pedro Sánchez y a Juan Espadas, pero no de muerte. El 23-J puede curarlos: si no lo hace, se desangrarán sin remedio.