Régimen Abierto

Antonio Avendaño

San Juan Manuel Moreno

La mano tendida del presidente a sus adversarios es problemática, pues, por definición, los pactos benefician siempre y sobre todo al partido del Gobierno

 San Juan Manuel Moreno

Foto: EXTRA JAÉN

Juanma Moreno.

Juan Manuel Moreno Bonilla le ha tomado el gusto a ser bueno. Espejito, espejito, ¿hay algún político en Andalucía que sea más bueno y dialogante que yo, teniendo como tengo una mayoría absoluta que me permitiría ser tan abusón y egoísta como lo fueron mis predecesores, todos socialistas por cierto, en el cargo de presidente de la Junta de Andalucía?

Moreno está plenamente identificado con el personaje que los estrategas de San Telmo y él mismo fueron esculpiendo a lo largo de su primer mandato: un político ecuánime, templado, dialogante, ecuménico, sin aristas ideológicas ni personales, un hombre firmemente decidido a ir más allá de la política partidista de sus predecesores. Los andaluces compraron generosamente el ‘producto Juanma’ en las elecciones del 19 de junio y en el PP han debido pensar que qué mejor inversión que la bondad -buenismo, se apresurarán a llamarlo sus adversarios- para perpetuarse como presidente de todos los andaluces.

Así vino a anunciarlo ayer el portavoz y consejero de Presidencia, Antonio Sanz, que, tras la ronda de reuniones del presidente con los líderes de la oposición, anunció que habría encuentros mensuales con todos ellos en San Telmo y recalcó que lo que Moreno se proponía hacer en su segundo mandato “no tiene precedentes”. En efecto, ¿cuándo se ha visto que un tipo con mayoría absoluta se comporte con la humildad de Francisco, el de Asís, claro, no el papa medio rojeras ocupa el solio de San Pedro?



Aunque haya quien lo piense, no es verosímil que la mano tendida del presidente sea mero postureo. Seguro que su voluntad de diálogo con la oposición es sincera. Y creíble. No sería creíble, pongamos por caso, en un Aznar, un González o un Rubalcaba, pero sí en un Moreno, un Zapatero o incluso un Chaves. Pero, como todos los políticos, Moreno es él y sus circunstancias, y las circunstancias no le acompañan para cumplir el destino beatífico que se ha fijado. Una Presidencia de la Junta no es un confesionario. Por definición, los pactos con los partidos de la oposición a los que aspira Moreno benefician siempre y sobre todo al partido del Gobierno, y no tanto porque así lo pretenda el Gobierno como porque está en la naturaleza de las cosas que así sea.

Añádase a ello la circunstancia de que Moreno está dispuesto a ser un santo con los partidos de la oposición, pero sin dejar de ser un demonio con el Gobierno de España, al que nunca pierde ocasión de zaherir porque la erosión de Pedro Sánchez favorece objetivamente a Alberto Núñez Feijóo. ¿Pueden Juan Espadas o Inmaculada Nieto cogerse tan ricamente del bracete de Moreno mientras este y los suyos arremeten sin contemplaciones contra el Gobierno formado por los partidos en los que ambos militan?
Si de verdad Moreno quisiera ser un santo, renunciando a las ventajas y beneficios de gobernar con mayoría absoluta, que es lo que parece deducirse del “no hay procedentes” proclamado por Sanz, podría, por ejemplo, empezar desgubernamentalizando Canal Sur. Es obvio que no lo hará. La santidad tiene sus límites.

Aunque no quepa dudar de las buenas intenciones del presidente, la piedra de toque para certificar si va de verdad en serio será esta: el día que Moreno acepte una propuesta de la oposición que, siendo buena para Andalucía, sea mala para el Partido Popular -vale aquí de nuevo el ejemplo de Canal Sur pero podrían ponerse muchos otros-, ese día sí que habrá llegado la hora de iniciar el proceso de beatificación de San Juan Manuel Moreno Bonilla.