Con perspectiva sureña

Antonia Merino

Qatar, el Olimpo de los ricos y la perdición de los pobres

Qatar, el pequeño país del golfo Arábigo, es desde este domingo la sede oficial del Mundial de Fútbol 2022. Sinónimo de opulencia y riqueza en grado...

 Qatar, el Olimpo de los ricos y la perdición de los pobres

Foto: EXTRA JAÉN

Qatar.

Qatar, el pequeño país del golfo Arábigo, es desde este domingo la sede oficial del Mundial de Fútbol 2022. Sinónimo de opulencia y riqueza en grado superlativo, la monarquía (absoluta) qatarí tiene el mundo a sus pies. Sus petrodólares han demostrado que pueden con todo, incluso comprar una de las competiciones deportivas más caras y, también, una de las más importantes del planeta. Un poder monetario proyectado en majestuosas y pomposas infraestructuras deportivas. Estadios de lujo y llenos de lujo llevan el sello de la esclavitud y las violaciones de derechos humanos, con la complicidad de la FIFA —organismo internacional de gobierno del fútbol—, de sus patrocinadores y de las constructoras (algunas europeas), que ya se preparan para contabilizar desmedidos beneficios económicos. ¡Es el capitalismo, señores! Así es Qatar, el país donde la violación de los derechos humanos es una realidad tangible e innegociable, pese a las denuncias de organismos internacionales como Amnistía Internacional, Human Rights Watch o la Organización Internacional del Trabajo (OIT) -en Qatar no están permitidos los partidos políticos, las mujeres sufren discriminaciones flagrantes y las personas homosexuales son perseguidas y maltratadas-. “Para ser honesto, no veré la próxima Copa del Mundo, porque no lo es para mí. No estoy en contra de que se celebre en lugares donde el fútbol se promocione, como ocurrió en Sudáfrica y en Estados Unidos, pero Qatar no es un país de fútbol". Con estas palabras Eric Cantona, el ex jugador francés, conocido por su compromiso antifascista, criticaba la celebración del Mundial en un país que aplasta sin miramientos los derechos humanos. No es el único que se ha negado a participar de esta farsa. "Nadie ha pensado en esos trabajadores. Ha habido muchas oportunidades para denunciarlos, pero mucha gente ha ganado dinero por razones equivocadas. Todos somos culpables", aseguraba el técnico alemán Jürgen Klopp, rara avis en el mundo de las megaestrellas del balompié. Salvo algunas excepciones, entre ellas el streamer vasco Ibai Llanos (“No me sale de los cojones ir y no lo voy a hacer") o el cantante y compositor británico Rod Stewart ("Me ofrecieron mucho dinero, más de un millón de dólares, por tocar allí hace quince meses. Lo rechacé" porque "no está bien ir" a ese Mundial”), la Copa del Mundo se celebrará con toda la suntuosidad y solemnidad que requiere una de las citas deportivas más importantes del planeta. Según una investigación del diario británico The Guardian, se calcula que alrededor de 6.500 trabajadores de India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka han muerto desde que a Qatar se le “adjudicó” la organización del Mundial de Fútbol en 2010. Los obreros han sido tratados como esclavos trabajando a temperaturas de hasta 50 grados mientras sus gobernantes compraban voluntades y se hacían con el cotarro del fútbol. Al margen de una cierta cosmética y tímidos gestos, las cifras de la deshonra hablan por sí solas. El fútbol, medios de comunicación y periodistas, empresarios… se han plegado sin rubor al Olimpo del dinero.