Se llama Consuelo Ordóñez y era hermana de Gregorio Ordóñez, el que fuera diputado del PP en el Parlamento vasco asesinado por ETA en enero de 1995. Desde hace unos años esta activista utiliza su cuenta personal de twitter para recordarnos a diario a todas las víctimas de todos los terrorismos, un asunto de extrema sensibilidad que le ha llevado, incluso, a enfrentarse a dirigentes del PP por el uso partidista que hacen de las víctimas. Desde Pablo Casado, pasando por Núñez Feijóo y terminando por Díaz Ayuso, con la que hace unos meses mantuvo un duro rifirrafe en las redes sociales a costa de su hermano y a la que acusó de no tener “ni principios ni valores (…). Lo único que demuestra, añadía, es su falta de principios al banalizar lo que hizo un asesino sanguinario que mató, entre muchos otros, a mi hermano. La verdad es que me pareció el colmo de la indecencia”. De poco o nada le han servido a Consuelo Ordóñez, presidenta de Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite), sus quejas para que los partidos dejen a las víctimas al margen de la trifulca política. El empeño de resucitar a ETA persiste en el ala más radical de la derecha, es el juego perverso del contra peor, mejor. Este empeño suele adquirir otra dimensión cuando el PP está en la oposición; es entonces cuando la derecha aprovecha la más mínima ocasión para embestir contra los gobiernos socialistas erigiéndose en los grandes valedores de la democracia, de las víctimas y de sus familias —a excepción de las del 11-M, del 27-A o las víctimas de la represión franquista a las que ignora sistemáticamente— y cruzando todas las líneas rojas: si a Rodríguez Zapatero le culpó de “traicionar a los muertos” cuando inició el proceso de negociación del fin de la lucha armada; a Pedro Sánchez, tras conocerse la inclusión de condenados de la banda en las listas de EH Bildu en las municipales en el País Vasco, le acusa de ser "un presidente más generoso con los verdugos que con las víctimas". El PP vuelve a recurrir a su artillería dialéctica y mediática para convertir a ETA, —doce años desde que anunció su disolución— en su filón electoral. No es ninguna novedad. A escasas dos semanas de los comicios locales, los líderes del PP se han rearmado con un discurso que nada tiene que ver con los problemas que nos afectan directamente a los ciudadanos: sanidad, educación, vivienda, sequía... Ha sido Covite quien ha denunciado inclusión de condenados de la banda en las listas de Bildu en el País Vasco y ha sido Covite quien ha rechazado la instrumentalización de las víctimas en plena campaña electoral, como lo han denunciado también la Fundación Fernando Buesa; Mireia Lluch, hija del que fuera ministro socialista de Sanidad, Ernest Lluch; Maixabel Lasa, viuda de Juan María Jáuregui, todos ellos asesinados por ETA, o Roberto Manrique, superviviente del atentado de Hipercor en Barcelona. Ni todas las víctimas, ni todas las asociaciones están bajo la influencia del PP. Ni siquiera todas las asociaciones son un bloque monolítico porque no todas piensan lo mismo en el proceso de pacificación y convivencia en Euskadi y no todas cuentan con los mismos altavoces mediáticos, pero si hay cierto hartazgo porque traten de utilizar su dolor con réditos electorales. Pero ETA ha sido y es la gallina de los votos de oro del PP, es el comodín perfecto para desacreditar al gobierno deformando la realidad para crear las condiciones que posibiliten una victoria electoral. Y ante este diabólico escenario, la hemeroteca se presenta como esa herramienta útil y eficaz para desenterrar el papel histórico de políticos tanto de derecha como de izquierda, así como de terroristas reinsertados que se la jugaron para poner fin a la barbarie de ETA desde la Transición hasta el cese definitivo de las armas: desde Mario Onaindía, pasando por Juan José Rosón (ministro del Interior del Gobierno de UCD) o Juan María Bandrés hasta llegar a José Luis Rodríguez Zapatero. Aznar, pese al ruido de estos días, también trató de liderar el proceso de paz en el País Vasco, aunque ahora él y los suyos se retracten de su política antiterrorista; claro que negociaron con ETA, claro que excarcelaron y acercaron a presos a las cárceles vascas incluso cuando la banda terrorista estaba en activo, claro que han defendido acuerdos con Bildu en el País Vasco. Sin embargo, este juego de declaraciones tan perniciosas como nocivas se puede resumir en una frase tan lacónica como dolorosa: “Desde que ETA no mata no tenemos discurso”. Fue el ex ministro de Asuntos Exteriores de Aznar, García Margallo quien la pronunció en televisión. ETA no existe ya, pero algunos pagarían por resucitarla.
Antonia Merino
Con perspectiva sureñaSin ETA no hay discurso
A escasas dos semanas de los comicios locales, los líderes del PP se han rearmado