El bar de la esquina

Antonio Reyes

Historia de un olvido

La única forma de devolver al casco antiguo lo que nunca debió perder, es la voluntad de quienes habiten el Ayuntamiento cada cierto tiempo

Cada vez que expertos varios se reúnen para tratar cómo revivir el casco antiguo de Jaén, no me queda más remedio que pensar en las cumbres anuales sobre el cambio climático, tan útiles para la naturaleza como el caso que se hace a los que saben sobre patrimonio y urbanismo. Y esto es algo que saben hasta en Tristán de Acunha, una pequeña isla habitada a más de dos mil setecientos kilómetros de la costa de Sudáfrica, el lugar más recóndito del mundo.

Pizca más o menos ocurre con estos barrios de la capital, que año tras año ven cómo pasa el tiempo y las soluciones no llegan. Los que no vivimos allí pero que sí nos permitimos el placer de pasear a menudo por sus calles, sentimos vergüenza al ver a turistas ir en dirección a los Baños Árabes o en busca de alguna iglesia, siempre cerradas, faltaría más, y dar arcadas al sentir la situación de abandono que sufren y padecen estos vecinos. Basura, grafitis, una contaminación visual que da asco ver, solares repletos de porquería o la permisividad hacia aquellas personas que pasan el día en la Plaza Vieja (señor Paredes), dejándola echa unos zorros entre latas y botellas.

Cónclaves estos sobre patrimonio, urbanismo e historia que me da a mí en la nariz que no sirven nada más que para elevar algún que otro ego, pero que en realidad, y a la vista está, sus conclusiones les entra por uno y les sale por otro. La única forma de devolver al casco antiguo lo que nunca debió perder, es la voluntad de quienes habiten el Ayuntamiento cada cierto tiempo. Ahí y solo ahí reside la capacidad y el interés de sacar lustre a lo que hoy no son más que barrios dejados de la mano de Dios y a las ideas de algunos vecinos que no saben de lo que hablan. Existen mil maneras amables de lograrlo, pero hay que querer. No se entiende que otras localidades de los que se ha hablado mil veces lo hayan logrado con un pacto institucional para que gane quien gane las locales nadie se salga del acuerdo. Pero aquí… Ay, ese aquí de siempre, que no es más que una campaña electoral constante incapaz de limpiar los churretes y los mocos de la cara de la criatura.



El principal valedor de la recuperación del casco antiguo es el propio consistorio, precisamente el mismo que maltrata año tras año sus calles. Ni se limpia, ni se utilizan los materiales adecuados, ni se educa. Sí, precisamente lo que realmente se necesita: educar y persuadir a los vecinos de los beneficios de esta recuperación para implicarlos en el cuidado y denuncia hacia aquellos otros que se lo merezcan. Y quien no esté de acuerdo, que se aguante. Una corporación valiente es lo que hace falta, alguien que promueva un pacto social por esta recuperación con un pacto de por medio y que nadie se salga del plan trazado. Porque no es cosa de un año ni de dos, pero buscar ese primer día para sentarse y firmar un acuerdo parece ser la meta más difícil. Y después, un verdadero plan de recuperación donde nadie se salte a la torera su cumplimiento. Basta ya de pensar en caladeros de votos ni pollas. Esa lacra silenciosa que puebla el ayuntamiento capitalino año tras año, el cateterío y el desconocimiento de lo que es un casco antiguo protegido con normativas municipales, es el verdadero problema. Mientras tanto, y a pasos agigantados, el nacimiento de guetos es más que evidente. Guetos que nosotros mismos hemos creado con la falsa creencia de etiquetar a quienes viven en esta zona.

En 2017, desde la asociación Círculo Ánimas realizamos un documental titulado «Historia de un olvido», donde diferentes agentes sociales, vecinos y gente del mundo de la cultura de Jaén daban su punto de vista (el colegio de arquitectos no quiso participar). A día de hoy nada ha cambiado si no es a peor. Lo podéis ver en Youtube. Políticos, profesores de la UJA, escritores, vecinos, dirigentes de asociaciones, etc, se pronuncian y dan su punto de vista sobre este despropósito que sigue creciendo. Lo único que puede arreglar este gran problema es la voluntad política, algo que por ahora sigue en estado vegetativo y que, por lo que parece, así continuará por los siglos de los siglos.

Algo hay que se nos escapa a los legos en la materia para que nada de esto cambie. Porque ya no se trata solo de patrimonio arquitectónico, sino de cuidar fachadas, limpiar, adecentar, mantener, vigilar, sancionar. Pero antes de todo esto, lo dicho más arriba: educar y persuadir. Promulgar una didáctica que salve de una vez por todas a los vecinos y vecinas que se preocupan por lo suyo, lo de todos. Que devolver el casco antiguo de Jaén al sitio que se merece supondría con toda seguridad una nueva fuente de riqueza para propios y extraños lo saben hasta en Ushuaia. Curioso que aquí nadie tenga ni idea de cómo hacerlo. O lo que es peor: que no se quiera.  

Mañana si podéis quedamos y os hago un croquis. Sí, yo, que no tengo ni idea de casi nada en esta vida, pero que poseo el desparpajo para preguntar cuando viajo cómo se han cuidado o revitalizado algunas zonas de ciudades y pueblos que antes estaban peor que nosotros. Tan sencillo como copiar lo que funciona en otras latitudes, mira tú qué sencillo. Pero claro. Hablamos de Jaén, capital mundial y reino de los catetos que jamás se bajarán los pantalones en pos de quienes no me bailen el agua.

Pues nada, sigamos así, montando año tras año cumbres (borrascosas) para aportar soluciones que nunca se hacen realidad. Menos mal que aquí los ponentes no viajan en avión ni montan caravanas de centenares de coches para que, al mismo tiempo que se habla de cambio climático, ellos mismos, solo para asistir, contaminen por el camino.

Cierro parafraseando al juez Joaquim Bosch: «La gestión deficiente por falta de cultura de lo colectivo...» nunca nos hará avanzar como sociedad. Por la falta de interés real en el casco antiguo de Jaén, por el desmantelamiento sistemático del centro, por creer que un centro comercial nos hace más ciudad y por vender humo durante las campañas electorales a sabiendas que después siempre nos espera el mismo repertorio año tras año, sustentado por una retahíla de excusas tan viejas como la mona de la catedral. Porque entre los de las excusas y los nuevos, que ni aportan ni se les espera, vendiendo la moto de que ellos no pueden hacer nada y que son simples espectadores, Jaén seguirá siempre cuesta abajo y sin frenos.