La nueva Ley del «solo sí es sí» tenía todas las mimbres para nacer por cesárea. Y así ha sido. Que España sigue oliendo a machismo no lo digo yo, ya que basta con salir a la calle y pegar la oreja a muchas charlas de bar (esto me suena a mí) para darse cuenta de que sigue dentro de nosotros.
Yo no pienso quitarle ni un ápice a lo que el Gobierno pretende lograr en materia de lucha contra el machismo, en detener a esos machitos que desprecian a las mujeres por el mero hecho de serlo y que sienten que son suyas como cualquier otra propiedad.
Con lo que no puedo es con las acciones gubernamentales a las que guía el ansia. Sí, las prisas, el no estudiar bien lo que se propone, analizar los resultados en todos los finales y escenarios posibles una vez aprobada la ley que sea. Hay que ser torpe, ni pollas. En el caso que nos ocupa ha ocurrido lo mismo. Unos jueces y expertos juristas hablan de que la nueva Ley degrada a las víctimas, rebajando la condena de sus agresores, ya que toca las condenas impuestas en su tramo menor. Otros, sin embargo, incluso antiguos jueces del Tribunal Superior, dicen que no, que no es así y que todo está en la interpretación que haga cada magistrado.
No soy jurista ni nunca he tenido vocación, pero varios amigos abogados y diferentes analistas han dicho siempre que las leyes no son realmente eso, ley, sino que toda sentencia es una interpretación, pruebas en mano, que cada juez hace. Entonces, ¿por qué tanto escándalo con esta nueva Ley? Porque si no recuerdo mal, magistrados de La Rioja, después de revisar cincuenta y cuatro condenas, no han rebajado ni una sola, algo que, por el contrario, no ocurre en otras comunidades.
De puertas para afuera, lejos de la pretensión que se perseguía a la hora de tramitar y aprobar en el Congreso esta ley, el resultado es que se ha convertido en un arma política para algunos, otra más, para seguir con su campaña de no hacer política, sino propaganda, desde el día siguiente a las elecciones generales de 2018. Y esto puede verse con cierta lógica política, que no ética, pero el hecho es que lo que no puede hacer un gobierno formado por dos partidos es darle carnaza a los de siempre y ponerle un puente de plata para su estrategia.
Eso es torpeza, el ansia viva por las prisas de querer ser más de izquierdas que nadie y tropezar en la misma piedra. Si es que es de manual básico de… (espera, que me voy de nuevo por las ramas) de primero de política básica doméstica: las cosas hay que estudiarlas muy bien, imaginar todos los rebotes imaginables, visualizar las portadas de los medios y las reacciones del resto de partidos antes de continuar.
Vaya por delante que me parece perfecto ser abanderados de la lucha contra la violencia machista, aprobar leyes sociales que beneficien al mayor número de personas, encadenarse a un árbol para que un juez (¿volvemos a este tema o lo dejamos para otra ocasión?) no eche de su casa a una familia con problemas o exigirle a los bancos que arrimen el hombro como buenos españoles.
Pero antes de coger el megáfono y encabezar una propuesta hay que asegurarse de haber persuadido a la mayoría de que lo que se pretende es para el bien de todos y que los flecos que puedan servir de gasolina no existen. Vamos, que las leyes no tengan ni una sola grieta por la que escaparse, porque será entonces cuando el incendio esté asegurado. Y aquí sobran pirómanos y faltan bomberos.
Y una duda que tengo. ¿Quién se ha habrá estudiado más a fondo a quién? ¿Monasterio a Espinosa de los Monteros o Espinosa de los Monteros a Monasterio? Lo digo por lo que vomitó la diputada de este partido el otro día en el Congreso. Si la violencia machista la ejercen las propias mujeres dentro del lugar que alberga la representación popular y se aprueban leyes, apaga y vámonos.
Antonio Reyes
El bar de la esquinaLa torpeza de siempre
La nueva Ley del «solo sí es sí» tenía todas las mimbres para nacer por cesárea. Y así ha sido. Que España sigue oliendo a machismo no lo digo yo...
Foto: EXTRA JAÉN
Lucha contra el machismo.