Elon Musk ha comprado Twitter por 44.000 millones. Se podría pensar que tiene buen ojo empresarial el muchacho, pero no, el asunto no va por ahí. O puede que sí, depende del lado del negocio.
El dueño de Facebook compró Whatsapp por 15.000 millones, una aplicación que no genera dinero. Fue entonces cuando muchos nos preguntamos cómo era posible que alguien, por muy rico que fuese, invirtiese en algo así, sin publicidad, y que fue condenado en Europa por vender datos personales de millones de usuarios de sus redes sociales, Whatsapp incluído, a empresas de Estados Unidos.
El escenario tecnológico no es difícil de imaginar. Primero crearon aplicaciones y lograron convertirnos en adictos, dando de lado al propio ordenador personal en beneficio del teléfono móvil. Toda nuestra vida en la palma de la mano: contraseñas, cuentas bancarias y sus contraseñas, localizaciones, con quién hablamos o a quién enviamos mensajes. Tranquilos, por ahora no somos tan importantes como para que un estado nos espíe con Pegasus. Han logrado convertirnos en yonkis, haciéndonos creer que podemos estar tranquilos en nuestras casas al no ser personajes públicos de relevancia.
¿Habéis visto alguna vez esos terrarios en los que se crían hormigas, con paredes transparentes por donde obsevamos cómo se mueven y construyen sus corredores? Esos somos nosotros. Los beneficiados de nuestras paredes de cristal, las grandes empresas. Nos concocen muy bien y saben dónde apretar cada cierto tiempo para seguir teniéndonos en sus redes. Por eso cada vez compramos más cosas innecesarias, no prestamos atención a la falta de agua, creemos que la guerra de Ucrania no va con nosotros y que la inflación bajará por obra y gracia de Dios. Nos abrasan con sus lupas bajo un sol abrasador.
Elon Musk no es una hermanita de la caridad ni está tejiendo un plan para salvar a la Humanidad de su propio fin. No tengáis esperanzas en que los dueños de las grandes empresas tecnológicas están aquí para cambiar el mundo y llevarlo por el buen camino. Ni lo fueron en el nacimiento de sus plataformas ni lo serán nunca.
Es terrorífico que, a día de hoy, no haya personas en la Tierra para confiarles nuestro futuro. Pero mucho más escalofriante es ver cómo ponemos nuestras vidas manos de estos mal llamados visonarios. La historia de siempre: si tenemos que tocar un ápice de nuestra comodidad, que el mundo espere sentado.
Antonio Reyes
El bar de la esquinaSol, hormigas y una lupa
Elon Musk ha comprado Twitter por 44.000 millones. Se podría pensar que tiene buen ojo empresarial el muchacho, pero no, el asunto no va por ahí. O puede que ..