Estilo olivar

Juan José Almagro

Amanece, que no es poco

Me preocupa mucho, que quieren que les diga, un futuro con Donald Trump y Elon Musk de la mano

Nace un nuevo año, 2025, con demasiadas incertidumbres y no pocas amenazas. Con algunos problemas serios a los que los humanos no encontramos solución (guerras, sátrapas, corrupción, pobreza, desigualdad…) y con la perspectiva de que el nuevo presidente de Estados Unidos, y sus adláteres, acaben por jorobarnos a todos, sobre todo en lo económico y en lo social. Ya se sabe: “America first”, como se cansó de proclamar Donald Trump en su anterior mandato presidencial; un lema que viene a decir: de entrada, todo para mí y ya veremos si os dejo algo y, si así ocurre, en qué condiciones. Aquí nadie se acuerda ya -y la ONU menos que nadie- del todavía vigente artículo 29 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que solo en ella puede desarrollar libremente y plenamente su personalidad”. Eso se llama solidaridad, pero se nos ha olvidado…

Me preocupa mucho, que quieren que les diga, un futuro con Donald Trump y Elon Musk de la mano. Al dueño de X, antes Twitter, el “premier” británico lo ha enviado a hacer puñetas y Macron, el presidente francés, lo está acusando de apoyar una ‘internacional reaccionaria’, y parece fuera de toda duda que los algoritmos de su red social/fecal ayudaron no poco a Trump en su reciente reelección como presidente americano. Ahora pretende meterse en y contra Europa, es decir, interferir en todo lo que pueda en el viejo continente que, a mi juicio, esta que no sabe por dónde tirar. Ser el hombre más rico del mundo (no sé si también el más ambicioso) parece autorizar a Musk a no tener límites. Pero la limitación racional y moral del poder y de las ambiciones es siempre una cuestión clave, fundamental, y ese es el famoso equilibrio de poderes, como hemos escrito muchas veces, de la democracia, especialmente de la norteamericana. Muy a su pesar, pero consciente de lo que decía, el filósofo neoyorquino Richard Rorty escribió en 1999 que “tenemos ahora una clase superior global que toma todas las grandes decisiones económicas y lo hace con total independencia de los Parlamentos y, con mayor motivo, de los votantes de cualquier país dado”. Una afirmación que, años más tarde, hizo también suya Zigmun Bauman con escepticismo y desesperanza cuando dejo escrito que el poder no lo controlan los políticos y que la política carece de poder para cambiar nada. Véase la procedencia de las personas que integrarán el Gobierno Trump y sus patrimonios.

La imagen o el adorno está desplazando al argumento y la Apariencia a la Verdad, como ya pasó con los sofistas en Grecia. Los “sofistas” modernos, mucho más descarados y menos cultos que los antiguos, luchan por ser los primeros, los más listos y aparecer en los papeles como protagonistas indiscutibles, y olvidan que hay que ponerse (Ortega “dixit”) “en cuestión todos los días”, es decir, hay que poner en cuestión todas las cosas ante el máximo tribunal inventado por los hombres: el Tribunal de la Razón, la mayor revolución moderna. Cuando Orwell escribía que decir la verdad es un acto revolucionario, probablemente estaba pensando, hace más de ochenta años, en lo que nos está pasando, que la propaganda se está aprovechando gravemente de la realidad y de la verdad. Hemos construido una sociedad rabiosamente narcisista en la que, olvidando valores como esfuerzo, trabajo y decencia, los protagonistas son la fama efímera y superficial y la irreverencia tolerada, o un culto al dinero visiblemente obsceno para la inmensa mayoría de los mortales. Hemos dejado en el camino lo que Orwell llamó “common decency”, la decencia común, la infraestructura moral básica que nos haría, y nos hace, personas de excelencia.



Por cierto, y hablando de IA y de decencia, mi nieta Inés -más lista que el hambre con doce años recién cumplidos- le escribió una nota a sus padres en la que ponderaba las razones y ventajas por las que, con su edad, debía tener un móvil. La pulcritud y estructura de la nota nos hizo sospechar, y mi nieta acabó confesando que se había ayudado con ChatGTP para escribir su petición. Lo importante es que, como además de lista, Inés está siendo educada con criterio y es ‘naturalmente’ inteligente, pronto comprendió que lo mejor es tener certezas y saber manejarlas, así que ya sueña con que a los catorce años contará con un móvil sin red social “X”, eso sí, y todos tan felices.