Estilo olivar

Juan José Almagro

Filosofía e ignorancia

¿Cómo es posible que el Consejo General del Poder Judicial siga sin renovarse después de cinco años de retraso?

Lo escribió mi admirado Raplh Waldo Emerson. De Platón, dijo el norteamericano en 1876, “procede todo cuanto todavía se escribe y debate entre los hombres de pensamiento.” Nadie duda de la suma importancia, del genio sin par del filósofo griego y de la profundidad y universalidad de su pensamiento que nos sigue iluminando por los siglos de los siglos. Seguramente, todo hay que decirlo, porque como Newton nos enseñó, “si he llegado a ver más lejos que otros es porque iba subido a hombros de gigantes.” También Platón, claro, que al decir de los que saben, fue quien inició la investigación filosófica y afinó nuestro modo de pensar y de preguntarnos por las cosas que ocurren en este nuestro mundo. Como dije en alguna oportunidad, hace casi treinta años decidí poner un filósofo (en el fondo, a la filosofía) en mi vida para seguir haciéndome preguntas y buscar respuestas, para crecer espiritualmente y alimentar mi mente y la fuerza de mi propia razón, y no la razón de la fuerza, como suelen hacer políticos y mandamases, unos más que otros, es verdad; pero es notorio que casi todos los que nos gobiernan (también en empresas e instituciones) en general escuchan nada y se hacen pocas preguntas.

En la última semana he anotado algunos temas a los que habría que dar respuesta urgente y solución inmediata que nunca llega. Por ejemplo, y recordando que la Salud es uno de los pilares del estado de bienestar -no otra cosa que la satisfacción de las necesidades humanas- y del Bien Común, ¿cómo podemos tolerar que las listas de espera de la sanidad pública en España para las operaciones no urgentes alcancen los 128 días, es decir, cuatro meses?; y eso sin hablar de otras pruebas diagnósticas que acumulan inexplicables, importantísimos e insufribles retrasos: ¿en que están pensando nuestros incompetentes políticos y las consejerías de salud de las comunidades autónomas? ¿Cómo se justifican las reiteradamente incumplidas promesas electorales de acabar con las listas de espera y de subir los sueldos a los sanitarios? ¿Merecen los beneficiarios de la sanidad pública este maltrato o estamos en trance de un desmantelamiento progresivo de la sanidad pública hacia la privada para que solo se beneficien, como siempre, unos cuantos…?

Ítem más, y considerando su notable y desconocida importancia institucional ¿cómo es posible que el Consejo General del Poder Judicial, con no sé cuántas renuncias de sus miembros, siga sin renovarse después de cinco años de retraso? ¿Cómo no dimiten ya mismo todos los vocales que, en precario, aguantan sus sillones hasta nueva orden? ¿Cómo no son capaces los partidos mayoritarios (y especialmente el PP), después de un lustro, de llegar a un acuerdo para cumplir un mandato constitucional sin que se les caiga la cara de vergüenza? ¿Cómo se puede demandar de los ciudadanos una actuación conforme a ley cuando sus garantes son incapaces de brindarnos ejemplaridad y adecuación a las normas? Me parece que la ciudadanía no es consciente de la trascendencia de esta cuestión que solo parece una disputa partidaria sin la menos importancia. Estamos hablando del Órgano de Gobierno del Poder Judicial y de su no renovación lo que conlleva un notorio e inexplicable abuso hacia los administrados por parte de sus representantes políticos que utilizan esta anomalía democrática para su particular lucha partidaria en la que, al parecer, solo importa nadie sabe qué; o lo saben pero no lo dicen, aunque todos son conscientes de que esto de la renovación del Consejo del Poder Judicial es algo intolerable y alguien debería pagar las nefastas consecuencias que el retraso acarrea.

Uno recuerda lo que pasó en el siglo XIII. “Cum-clavis”, bajo llave, es el origen latino de la palabra cónclave, la reunión que, vacante la Sede, celebran los cardenales de la Iglesia Católica para elegir a un nuevo Papa. El enclaustramiento fue la consecuencia de las situaciones de bloqueo y demoras que algunas veces se daban a la hora de elegir al nuevo Pontífice, y es paradigmático y famoso el caso de la italiana ciudad de Viterbo: después de casi tres años sin acuerdo, los ciudadanos decidieron quitar el techo del ‘Palazzo dei Papi’ y no suministrar más que pan y agua a los cardenales allí reunidos y, ¡milagro, milagro!, estos eligieron rápidamente a Gregorio X.

Digo yo, cuando los necesarios acuerdos no llegan porque a los políticos no les da la gana o porque solo piensan en réditos electorales en perjuicio del bienestar común, cuando estamos desesperados después de tanta tomadura de pelo, ¿no sería posible hacer lo mismo que en Viterbo con los que a todos nos representan y a todos nos hacen padecer? El gran Roto, en una viñeta que simboliza un parlamento cualquiera, nos consuela: “El saber es poder, decían, pero gobernaba la ignorancia.”