Estilo olivar

Juan José Almagro

¡Nene, no te digo na!

En épocas de perenne campaña electoral, y tal como están los tiempos, la ciudadanía tiene que reinventarse

Un paisano mío, que también vivía en Madrid, hace muchos años me pidió un favor: me rogó que, como Abogado, asistiera a una Junta de Propietarios de su casa para aconsejarles y darles mi opinión jurídica sobre algunos asuntos que como Comunidad les preocupaban.

Acepté, naturalmente, y acudí a esa Junta que se celebró en el portal da, de pie y haciendo corro, como si fuera lo mas natural del mundo; al tiempo, saludándose todos entre si, entraban vecinos con las compras del supermercado y otros salían de la casa para hacer sus recados mientras en la Junta se discutía sobre una cuota extraordinaria o los ruidos nocturnos que protagonizaban algunos vecinos.

Como la reunión se celebró al caer la tarde, algunos de los propietarios acudieron en zapatillas con sus atuendos de andar por casa y algunos en pijama, eso si, con batín. La escena era berlanguiana, y la cosa no salió mal.



Cuando terminó la sesión, mi amigo ubetense me invitó a subir a su piso; me ofreció, agradecido, un vaso de agua y, cuando me iba, me percaté de que en la puerta de la calle (de forma tal que todo el que salía pudiera leerlo) había un cartel pegado con grandes letras. Decía: “Al salir, repasa que las luces están apagadas y los grifos cerrados. Y cierra bien la puerta. ¡Nene, no te digo na!”. Era, a modo de pasquín, el aviso en el que mi paisano le recordaba cada día a su hijo cuestiones de  seguridad domestica con el añadido de una extraordinaria y feliz advertencia que servía para todo: “¡Nene, no te digo na!”. En épocas de perenne campaña electoral, y tal como están los tiempos, la ciudadanía tiene que reinventarse y pedirle a los políticos que se retraten, que cumplan lo que prometen, que se atengan a las consecuencias si no lo hacen, que no nos mientan, que trabajen y dignifiquen su función, que se hagan respetar y no nos traten como a niño echo, que nos cuenten lo que pasa, que ya somos adultos; que propongan soluciones, consulten y dialoguen siguiendo la ‘doctrina’ de Antonio Machado: “para dialogar, preguntad primero; después, escuchad.” Si de verdad queremos contribuir al cambio y ser protagonistas, los sufridos ciudadanos no podemos resignarnos y pasar; tampoco nosotros podemos abdicar de nuestros deberes. Por eso, propongo que nazca el movimiento ‘No te digo na’ que nos sirva para recordar a los que son dirigentes o aspiran a serlo sus obligaciones y para que sufran las consecuencias si no lo hacen. Y, aunque lo he repetido alguna vez, para ir clarificando las cosas les
regalo un consejo: son palabras de Quinto Tulio Cicerón que, en el año 64 a.C., escribió una breve y actualísima obra para ayudar a que su hermano, el gran Marco Tulio Cicerón, ganase las elecciones al consulado de Roma, como así ocurrió: “…que lo que te comprometas a hacer, se vea que lo vas a hacer con de terminación. Y este otro consejo, mucho más difícil a las circunstancias que a tu modo de ser:
que te niegues amablemente a lo que no puedas comprometerte o, sencillamente, que no te niegues.

Lo primero es lo que haría un hombre honesto; lo otro, un buen candidato.” Cuando leo la Constitución española de 1812, la famosa “Pepa”, recuerdo que los constituyentes redactaron un articulo, el 13, donde se recogían las obligaciones del Gobierno y, como en otras muchas cartas magnas de la época, se decía que el objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política, “no es otro que el bien estar de los individuos que la componen.” El bienestar es la satisfacción de las necesidades humanas, he dicho en numerosas ocasiones, pero ahora quiero añadir a mi definición las palabras de la boliviana Adriana Guzmán, escritora, activista y aymara, que después de participar en un congreso en España, a preguntas de una periodista sobre que es vivir bien, dijo: “Vivir con dignidad”.