Para mí el día del libro tiene la importancia del día de la música, de la luz o del oxígeno. Son elementos tan consustanciales a mi persona que ya los celebro todos los días. Pero me gusta, aunque sólo sea por unos días, la reivindicación del libro como quintaesencia de la cultura occidental aunque cualquier día de estos una estrella Michelin le quita el puesto. Todo lector consumado tiene una serie de autores laureados por la crítica a los que no se acerca ni con un palo. Este comportamiento no es en absoluto “apriorístico” sino que se basa en varios intentos (al menos dos) de acercarse a sus obras emblemáticas y salir espantados. Ya he citado más de una vez a ese Borges que nos recomienda abandonar una obra si a las veinte páginas se nos cae de las manos y prontamente pasar a otra. Y es algo que podría aplicarse con sus respectivas adaptaciones al cine, la música...e incluso al amor. En todo caso en mi Index particular de autores “non gratos” en mi humilde biblioteca Kurakami se codea con Neruda, Paul Auster le tira los trastos a Marguerite Duras y el cursi de Benedetti me pone a parir con Madamme de La Fayette. Y esto si hablamos de escritores de fuste. Luego está ese sindiós plúmbeo de subliteratura en la que luchan por una bocanada de atención Coelho, mamotretos sobre catedrales, sucedáneos de Robert Graves y su obra sobre Roma, literatura de mujer hecha por una mujer que nos cuenta la historia de una mujer adelantada a su tiempo tipo “La churrera de Trafalgar” y trilogías...muchas trilogías...que digo trilogías...tetralogías, pentalogías, hexalogías, heptalogías sobre asesinos en serie a ver quién la tiene más grande.
Entre todo este maremagnum mi amigo Raúl Beltrán ha terminado y presentado su última novela “Duelo de ausentes”. Es una proeza que la gente escriba libros cuando no se dedica profesionalmente a ello. El trabajo que te da de comer te cansa, el tiempo de ocio lo pasas frente al ordenador y por supuesto nadie te garantiza nada. Y aún así gente como Raúl o Rubén Fernández lo consiguen: equilibristas sin red, buceadores a pulmón, agotadores de la reseva para el viaje de la vuelta. Escritores al fin y al cabo.