La tirilla

Santiago Donaire

En defensa de la belleza

No somos muy dados en Jaen al consenso, si en algo coincidimos y nos mostramos orgullosos, es en la belleza de nuestra provincia, los grandes espacios...

No somos muy dados en Jaen al consenso, si en algo coincidimos y nos mostramos orgullosos, es en la belleza de nuestra provincia, los grandes espacios cruzados de montañas y valles, alineaciones de olivos que suben y bajan por cerros y hondonadas. El contraste del verde olivo con el de los pinares y los grises de las pocas encinas que subsisten. Las delgadas líneas de los árboles de ribera que ahora pincelan de verde primavera las vaguadas. Amaneceres espectaculares y bermejas puestas de sol, sin duda somos unos suertudos al estar rodeados de tanta belleza.
Reviso fotos antiguas, escarbo en la memoria y reconozco los cambios producidos, hemos perdido diversidad tanto biológica como paisajística con el monocultivo del olivar, aún a pesar de ello sigue siendo un paisaje único.
Tenemos un patrimonio histórico y arquitectónico reconocido mundialmente con 2 ciudades patrimonio de la humanidad y una catedral de trazos exquisitos, cientos de castillos y atalayas, aquí se guerreó mucho. Importantes templos y palacios. Pero la ciudad es mucho más.
Una ciudad no es solo sus edificios singulares, su centro histórico, la mayor parte son edificios de viviendas, casas, naves industriales, cochineras, vallas publicitarias, taludes desnudos, solares desangelados, polígonos a medio ocupar. Acompañas a quien visita la ciudad por primera vez, alucinado por la armonía de nuestros campos, entras por la carretera de Granada, bordeada de vallas publicitarias, naves de mal gusto, anuncios de puticlub, el entorno del campo de fútbol parece Chernóbil, más naves horribles. Hasta que llegas a los primeros edificios de viviendas, anodinos y feos, me resisto a poder ver la firma del arquitecto al que imagino rehén de promotores ambiciosos y munícipes vendidos.
Visito los pueblos que aún perduran en mi memoria y el desastre es tremendo, lo feo predomina, desaparecieron las casas de fachadas sinuosas fruto de cientos de manos de cal, las puertas de madera aceitadas, las rejas forjadas de donde colgaban geranios y claveles. Ahora las casas cubiertas de horribles azulejos o granulites, portones de chapa, máquinas de aire acondicionado y los coches que lo ocupan todo. No los reconozco.
En una ciudad, en una provincia que decrece, que lo viene haciendo desde los años 50 del siglo pasado, no acierto a entender la incontinencia urbana, la permanente expansión, solo se entiende por la especulación urbanística. Se hace preciso que nos replanteemos hacia dónde queremos ir, carece de sentido que crezca la ciudad mientras decrecen sus habitantes, hay que dirigir el sector hacia la rehabilitación, ganar en habitabilidad y en belleza, elevar la protección del paisajismo urbano pues el paisaje debe ser un derecho fundamental, para todos y todas.
Salud.