En Jaén sabemos mucho de sequías y por lo que vemos, vamos a seguir aprendiendo. En el pasado cuando sufríamos desabastecimiento era más fruto de la falta de infraestructuras hidráulicas que de la propia sequía. No hay que ser muy mayor para recordar cuando “nos cortaban el agua” varías horas al día y cuando “la daban” y aprovechábamos para acopiarla en la bañera. En tejados y terrazas en formación lucían depósitos cilíndricos del hoy temido fibrocemento, que daba una agua caldosa y sin presión. Tardó en llegar el agua potable canalizada a los pueblos, allí la sequía se medía por la longitud de la cola de mujeres con cántaras y cubetas de cinc, porque de las muchas obligaciones que la “tradición” les impuso a las mujeres, desde pequeñas, era la de ir a la fuente.
Hoy con independencia del momento climático que vivimos, el agua sale siempre del grifo y los jardines lucen frescos y verdes, lo que nos crea una falsa realidad, bien lejana del periodo de sequía tan tremendo que sufrimos. Si no llueve en los próximos días peligra algo más que la cosecha de aceituna, peligran los propios olivos. Está en juego nuestra forma de vida, consecuencias de tener todos los huevos en la misma canasta.
El 87% de las reservas de agua en España se dedican a la agricultura, el resto a consumo humano e industrial. Eso sin tener en cuenta el mas de 1 millón de pozos ilegales que hay, lo que nos haría recalcularlo todo y entonces escasamente llegamos a gastar en nuestras necesidades el 6% del total del agua.
Nuestro país, es frontera con el desierto y periódicamente sufrimos sequias. Todo tiende a complicarse pues los modelos que se manejan, muy afectados por el temido cambio climático, nos dicen que serán cada vez más frecuentes y más duras. Por eso es preciso poner orden en la gestión del agua, no va la cosa de dar más concesiones, de legalizar pozos, el problema es otro: Hay que cerrar pozos y reconvertir muchos cultivos. Es tan fácil como que no hay agua para todos.
La tragedia que se está viviendo en Doñana ejemplifica muy bien la incapacidad de la cultura neoliberal para entender los bienes públicos y el patrimonio de la humanidad y de la vida. La codicia desmedida lo contamina todo, ante ella incluso los propios dioses son impotentes.
Lo último que nos faltaba es que los conspiranoicos también aquí metan baza, ya son varias las veces que he asistido a conversaciones e incluso publicaciones, donde justifican la ausencia de lluvia a avionetas que fumigan las nubes. Avionetas mandadas por el gobierno de coalición para secar Andalucía, ¡Toma ya!, ¡Es imposible ser más cuñado, mas antisistema! Es la ciencia de los Chemtrails, que interpretan las estelas de condensación producidas por la interacción de los gases que expulsan los aviones con los de la atmosfera, como paranoicas fumigaciones con el fin de controlar el clima. Ni la ciencia de los Chemtrails, ni la danza de la lluvia, más bien los ciclos del clima y el cambio climático, ante eso solo se pueden combatir con responsabilidad, gestión y un estado fuerte que defienda los intereses de la mayoría.
Salud.