¡Deja de llorar como una niña! Fueron las palabras que como dardos en las sienes me hizo parar y volver la mirada, un niño de no más de 5 años lloraba desconsoladamente y su padre le reñía, haciéndole ver que eso de llorar es cosa de niñas, algo despreciable para un machote. La escena, este verano en una terraza céntrica de mi ciudad, no mereció la atención de nadie de las mesas contiguas ni de ningún peatón, como algo normal.
He de reconocer que fui educado en un entorno (compas del cole, profesores, amigos y la familia), donde sí se te escapaba una lágrima te acusaban de nenaza, que era un insulto de los graves, pues en este país los hombres estaban predestinados para ser guerreros imperiales aunque calzaran boina capada y muchos terminaran en la emigración. Mostrar tus sentimientos era signo de debilidad, había que reprimir las emociones, tragárselas. Es muy triste que algo que pensábamos superado se mantenga aún. Preocupante es comprobar lo frágiles que son los logros conseguidos durante años y como los podemos perder en nada.
Impresionan los absurdos clichés que se forjaron en torno a los machotes, como si un niño al llorar perdiera fortaleza, virilidad. Fue enorme la presión que se ejerció sobre miles de niños, adolescentes y de hombres que aún hoy sienten vergüenza en expresar sus sentimientos y todo porque nadie nos explicó que las emociones van con el ser humano y que poco tiene que ver con el sexo, las religiones o la raza.
He de reconocer que además de un par de pistolas de baquelita con mistos roseteros, lo que más me gustaba era jugar a las casitas, pero en clandestinidad con mucha discreción, pues si te pillaban dando el biberón a un muñeco te podían someter a un ejercicio intenso de reeducación, tal que el cesado Arzobispo de Alcalá de Henares.
Sin duda estos entornos crean hombres con problemas para reconocer lo que se siente y como expresarlo, con el tiempo consigues ir administrando tus lágrimas: una desgracia, una peli, un desamor, la impotencia ante las injusticias, un sinfín de hechos que pueden ir acompañados de lágrimas sin renunciar con ello a luchar, porque la lágrima no es símbolo de dejación ni de debilidad, solo una expresión de los sentimientos.
Las mujeres han sido y son las principales sufridoras del machismo, pero no cabe duda que lo impregna todo y los hombres en menor medida lo sufrimos también, incluso los que lo ejercen. El machismo no solo se debe combatir en las calles, hay que hacerlo igualmente de puertas para dentro y siempre.
Salud.