La tirilla

Santiago Donaire

Los árboles de nuestra ciudad

La utilización de árboles en calles y parques es una de las herramientas más eficiente para bajar la temperatura

El cambio climático argumentado por científicos que relacionan la emisión de gases de efecto invernadero con procesos climáticos extremos se va asumiendo de forma progresiva por la generalidad de la población, todo ello a pesar de los negacionistas del cambio climático, del primo de Rajoy y de los que añoran la época que aparcaban el coche en la Plaza de Santa María. En las medidas correctoras globales parece que ya vamos tarde para revertir el proceso, pero al menos sabemos que podemos aliviarlo en parte, por eso debemos de incidir en que las políticas vayan dirigidas a la reducción de las emisiones de gases principalmente generados por la combustión de combustibles fósiles. Desde las ciudades también podemos hacerle frente, es imperdonable que sigamos con viviendas en zonas inundables, algunas en el mismo cauce de los ríos, esperando a que el periodo de retorno de las máximas avenidas se las lleve, cosa que cualquier día ocurrirá pues nada se hizo para evitarlo, es incompresible.

No necesita nuestra ciudad cambio climático para que las temperaturas en verano conviertan sus calles en un lugar inhóspito, ya lo eran desde hace mucho tiempo, por eso es difícil de comprender que no se apliquen las medidas correctoras más fáciles para reducir el agobiante calor y no hay mejor solución que el uso racional de los árboles. El arbolado sano en las ciudades es fundamental para bajar las temperaturas en verano, reducir el efecto de isla de calor y dar sombra, entre otros muchos beneficios.



Si observamos los árboles de nuestra ciudad vemos que obedecen más a modas o caprichos del técnico o político del momento que a un estudio racional del suelo, el clima, la anchura de las calles, o a los requerimientos de las diferentes variedades. Fijaros en la Avd. de Andalucía inaugurada a principios de los años 70 con plátanos de sombra en sus aceras, aún quedan algunos en el primer tramo, luego se fueron sustituyendo por olmos de los que resisten otros pocos, después en los alcorques vacíos se plantaron robinias a las que no les gusta los terrenos compactos y apenas quedan, también lo intentaron con naranjos para que en una calle tan grande bailen solos. Algunos alcorques después de 50 años no consiguieron cuajar nada y como nadie analizó cual es el origen del problema siguen vacíos, todo sin orden ni concierto. A los pocos que consiguen sobrevivir, les queda el maltrato de podas mal hechas que pudren parte del tronco o unas raíces arrancadas al levantar una acera. Un daño imperceptible que se pone al descubierto con cada vendaval y cada tormenta. Lo peor de todo es que en el Gran eje al igual que la mayoría de la ciudad sigue sin sombra.

La utilización de árboles en calles y parques es una de las herramientas más eficiente para bajar la temperatura, pues a la barrera que presentan para que los rayos del sol no incidan en el negro pavimento hay que incluir la transpiración de sus hojas, entre ambos consiguen la reducción de hasta 20 grados centígrados, claro que para eso debemos de elegir convenientemente, dejar las modas y atender las características de nuestro suelo, clima y trazado urbano, Para combatir lo que se  nos viene encima más vale que nos fijemos en las arboledas de Marrakech o Casablanca que en Praga o París, por ahí va la cosa.

Salud.