La tirilla

Santiago Donaire

Palacios del pueblo

Hemos asistido a la mejor carrera de San Antón desde sus inicios en 1984, no fue una casualidad, sino la suma de varios factores como las ganas que teníamos...

 Palacios del pueblo

Foto: EXTRA JAÉN

Carrera de San Antón.

Hemos asistido a la mejor carrera de San Antón desde sus inicios en 1984, no fue una casualidad, sino la suma de varios factores como las ganas que teníamos de salir a la calle, el buen tiempo y la perfecta organización desde el Ayuntamiento. Esto último habrá gente que le cueste reconocerlo, ya les pasa también con la mejor marcha de la economía española con respecto a los países de nuestro entorno, son los problemas de los que les ciega su adscripción política, es como el cuento del “Rey Desnudo” que todo el mundo lo ve en bolas menos él, que se creía vestido.

La carrera de San Antón es una magnífica infraestructura social donde se propician las relaciones entre los vecinos, además de un baño de autoestima colectivo, para una ciudad, una provincia que tanto la necesita. Ese es el camino, pues precisamos construir vínculos reales, un entorno físico común, una red de lugares y de acontecimientos donde se propicien los lazos que nos hagan sentirnos orgullosos de pertenecer a esta tierra.
Para tener infraestructuras de carreteras, ferrocarriles o líneas eléctricas y de telecomunicaciones, precisamos ser una sociedad fuerte y cohesionada, que nos dé las suficientes herramientas para reivindicarlas. Si queremos un mundo con bienestar, sin desigualdades y seguro, donde podamos hacer frente a los abusos e injusticias, tenemos que ser fuertes en infraestructuras sociales.

Desde este lugar hemos defendido muchas veces la necesidad de una ciudad compacta, lejos de grandes centros comerciales o barrios dispersos. Son muchos los motivos como la eficiencia energética, la salud, el medioambiente o la seguridad, pero sobre todo porque es nuestra principal infraestructura social. Los mercados municipales, los supermercados de barrio, los restaurantes, la cafetería, la librería, las academias y las barberías, invitan a la gente a salir de casa, a frecuentar las calles y las aceras, generando vitalidad cultural y contribuyendo a la vigilancia pasiva del espacio público común.



Las asociaciones culturales, de debate, las cofradías, los clubs deportivos, los gastronómicos, musicales, senderistas o ciclistas, el cine fórum, los clubs de lectura, de teatro, las asociaciones de barrio, las de jubilados o de ganchillo… son el germen que nos hacen más fuertes. Hay que propiciar lugares de encuentro, lugares de socialización como la entrada y salida de los colegios, ir andando a la universidad o al trabajo.

Los automóviles nos arrebataron las calles, al amparo de una falsa modernidad, pero no tardaremos en recuperarlas, en revertir algo que nunca debió de ocurrir y así poder rescatar la más importante de las infraestructuras sociales: el espacio público, nuestro palacio del pueblo.

Salud.