La tirilla

Santiago Donaire

Quien alimenta al monstruo

Nunca fui muy afecto a la Constitución, y es que su inicio me costó digerirla

La derecha gusta de adueñarse de los símbolos como propiedad exclusiva y no solo de la bandera, así el partido formado por cargos de la dictadura nacida para perseguir demócratas formó la Unión del Centro Democrático. Su ala más derecha, sin rubor, se definió como Populares tal que el Frente Popular del 36 al que combatieron, Aznar cita a Azaña, Feijoo a Machado y Juanma Moreno ondea la bandera Verdiblanca y homenajea a Blas Infante, aunque no haga nada por buscarlo de la cuneta perdida donde fue arrojado. En esa línea observo como se adueñaron también de la Constitución, como si fuera suya, ahora son los constitucionalistas.

Nunca fui muy afecto a la Constitución, y es que su inicio me costó digerirla. Cuando se gestó, las fuerzas progresistas se sentaron con los “demócratas de la dictadura” para negociar el borrador que luego sometieron mediante Referéndum al resto de los españoles. No es lo normal que los representantes de las dictaduras se sienten a negociar el nuevo ordenamiento jurídico, lo normal en la historia es que acaben en la cárcel, cuando menos. Ni que decir tiene que los intereses que defendían, eran los que ganaron con sangre y fuego, mediante un golpe de estado y una guerra. De resultas de ello cargamos con la misma policía que nos perseguía, los mismos jueces que nos juzgaban, además siguieron manteniendo las propiedades incautadas, los monumentos que ensalzaban a los golpistas mientras los demócratas represaliados o fusilados seguían en las cunetas. No fue fácil aceptar esta Constitución.



Pero mira por donde al final después de 45 años me reencontré con ella, como una garantía contra estos constitucionalistas de tres al cuarto. Claro que como republicano hay temas que no renuncio a que se cambien, como el Jefe del Estado o la ambigüedad con la iglesia católica.

Creo que es importantísimo cuando se estipula en el Artículo 1 del Título Preliminar que España es un Estado social y democrático de derecho. Es social porque asume que es preciso avanzar en la protección efectiva de los derechos y de la libertad misma, y que por tanto el poder puede y debe desarrollar políticas favorecedoras de la igualdad, financiadas con impuestos.  Los servicios públicos de calidad y los impuestos que los sustentan son la base del Estado de derecho y por ello debemos de cuidarlos.

El éxito en las elecciones de  la extrema derecha en Argentina no es ajeno al malestar de las clases medias y trabajadores sobre los que recaen la mayor parte de los impuestos, impuestos  que no eran suficientes para mantener los servicios sociales con una calidad mínima. El pagar y el deterioro de los servicios fue el alimento del monstruo, el fascismo. Haciendo que los asalariados (los penúltimos) miren como el origen de todos sus males a parados, pensionistas, emigrantes…, (los últimos).

Quien deteriora la Sanidad, la Educación, la dependencia, la seguridad y a su vez baja impuestos a los que más poseen, está creando el caldo de cultivo para los salvadores de patrias, parece que no aprendemos. ¡Más impuestos a los que más tienen (Art. 31.1) y servicios de calidad!

Salud.