Me suda la Polca

Jesús Calamidad

¡Toas putas!

¡No, hombre, no, así no!¡No!¡Mal, muy mal!

El otro día, próstata viejuna mediante, a la novena cerveza de esas enanas de cuarto de litro, caña, que tenéis la desfachatez de servir por aquí; cuando en toda Europa se sabe, salvo los franchutes, claro, que el medio litro es la medida estándar y recomendable, por supuesto; tuve que ir a cambiarle el agua al águila calva. Naturaleza y próstata viejuna obligan.

Estaba yo en esa angustia del acabose el chorro a los cincuenta, ese goteo eterno, impasible, esas lágrimas de cocodrilo del cíclope, eso que Platón gritó con aquello de que “la última gota, por mucho que menees, amigo, siempre va al pantalón”, que para hacer más llevadero el impass me dediqué a leer las pintadas en la pared. Y leo y leo y me espanto. Y leo y me horrorizo como hombre deconstruído que soy y leo sin salir del estupor: ¡Todas putas!

¡¿Todas putas?! Bueno, en realidad, el poeta escribió literalmente: ¡Toas putas! Admiro ese amor renovado de los jiennenses por su acento y su tierra, ya era hora. ¡Bien! Pero que no se os vaya la olla como a otros y os tengan que amnistiar. Moderación y elegancia, bitte.



Evidentemente me cagué en toda la puta madre del patriarcado y de sus hijos de la gran puta, evidentemente. Acto seguido, gracias a mi proceso deconstructivo, no obstante compungido, contemplé que eso ya era de por sí rematadamente patriarcal e irónico dado el caso y, sin perder equilibrio, rectifiqué, me cagué en todo su puto padre y no hice referencia a hijos, hijas o hijes. Avanzo, pasito a pasito, pero avanzo. Lamentablemente mi espanto no acabó con esa justa y necesaria corrección de mi exabrupto, no, no fue tan fácil. No acabó puesto que había asumido inconscientemente el género, la identidad y la orientación sexual del poeta y autor. El proceso no es fácil, demasiados años de adoctrinamiento y educación patriarcal. ¡Mal, Calamidad, mal! Estaba en el servicio de caballeros, sí; caballeros suena muy medieval también, ¿eh?; pero lo cierto es que a esa letrina pueden acceder cisheterosexuales, como es el caso por el momento, hombres homosexuales, hombres trans, no binarios en su momento chorrina o fluídos en el ratico pollica, por supuesto, amén de todos los anteriores que además pertenecen a minorías raciales oprimidas. No voy a olvidarme de vosotros como otros, compañeros y compañeras y compañeres. Solo hago referencia a estos casos no por nada, está prohibido prohibir, sino porque en ese meadero no había nada salvo un urinario como el de Duchamp e imagino que los seres humanos con vagina preferirán un váter, a no ser que porten consigo el maravilloso artilugio ese de goma que he visto en decenas de festivales y que es el invento del siglo en esos eventos, o sean de vagina intrépida y malabarista. ¡Mira, un nombre chulo para un bar inclusivo canalla: MalaBarista! Esto gratis. Yo soy así.

El caso es que asumí automática y patriarcalmente que el vergonzante autor era un neandertal como yo pero sin deconstruir, que era un tío heterosexual, posiblemente un “cuñao” y de derechas. Otra vez mal porque también hay compañeres de derechas aunque lo lleven peor, pero vaya que si los hay, muchísimos.

Digo, escribir, lo que viene siendo escribir, sabe ya casi todo el mundo, eso espero, y en varios idiomas, digo yo y eso espero. Por lo tanto, esa odiosa frase donde se omite y se sobreentiende el verbo, esa elipsis fatal, podría haberla escrito cualquier persona furiosa por lo que sea, con acceso a esa letrina con solo un urinario tipo Duchamp y un boli, aunque me gusta pensar que lo hizo con un rotulador de esos de los gordos para compensar carencias. ¿Ves?, otra vez el falocentrismo, ¡joder! Bueno, poco a poco, Calamidad, poco a poco. Pasito a pasito. Lo relevante es que yo, en mi machismo furibundo, asumí que había sido un tío, en el sentido arcaico de la palabra. ¡Mal, Calamidad, mal! Porque también podría haberlo escrito un colectivo, ¿eh?, mira, la caligrafía no era muy regular. O, visto el caso, un analfabeto, analfabeta o analfabete, con todo mi respeto y apoyo a ese colectivo.

No sé, tengo muchas preguntas. ¿Podría haber cometido ese desvarío rabioso e infructuoso un hombre trans heterosexual? ¡Claro, por supuesto! Tonterías hacemos todos y si hay algo que no es excluyente es la idiocia. ¿Podría haberlo hecho una mujer lesbiana en uso de uno de esos artilugios de goma o con vagina intrépida y malabarista? También. Yo pienso que todos los tíos somos gilipollas, con lo cual... no sé, muchas preguntas.

Tienes que perdonarme porque no estoy muy fino. Me gustaría profundizar en esto porque no quiero sacar conclusiones precipitadas y caer en prejuicios o sesgos. No me gustaría incurrir en una ofensa hacia el autor de ese happening o igual es una performance, ya hace tiempo que no estudio las tendencias, porque también podría ser una expresión artística, recordemos a Basquiat. Igual las pinturas rupestres son el ¡toas putas! de la prehistoria.

Al final salí del urinario disculpándome simbólicamente con el poeta por asumir su género y todas esas cosas que ya no voy a repetir porque una cosa es deconstruirse y otra muy diferente ser cansino. Salí de allí y, no sé por qué, me puse a pensar en las corrupciones de las mascarillas de ambos signos y en lo que nos gusta la pasta, la guita, el parné y lo que somos capaces de hacer por unos cuantos duros. Entonces, pensé: ¡Todes putes!, somos todes putes.

El poeta se acercó pero no llegó a la máxima expresión. El árbol no le dejó ver el bosque y la última gota se me fue al pantalón, claro.