Mis amores

Juan José Gordillo

'Confesión' (Mis amores veinticinco)

No se puede andar solo este camino, o al menos, no durante mucho tiempo

He tardado mucho hasta llegar aquí, le he dado demasiadas vueltas y no he tenido el valor suficiente para declararlo. El primer artículo que escribí para este periódico, y más aún con el título elegido para esta colección de la que ya van veinticuatro (con este uno más), hace ya más de dos años, debió girar sobre esto que hasta hoy no me he atrevido a declarar, y a declarar públicamente. Es bien cierto que mis amigos lo saben, incluso algunos enemigos que me espían y cotillean, y creo que también quienes no me conocen lo suficiente. La razón de que conozcan lo que ya por fin voy a dejar negro sobre blanco es sencilla: se lo he dicho, así como suena, sin más rodeos, sin darle vueltas a un asunto tan poco relevante ya en los tiempos modernos que corren, diría, como este.

Y siendo sincero, y sin sentir que con ello traiciono a nadie, constato sin necesidad de tener que levantar acta notarial por ello que no soy el único, todo lo contrario. En esas conversaciones privadas algunos y algunas han coincidido conmigo totalmente o en parte, con matices o plenamente. No creo que ninguno de ellos, o de ellas, vaya a sentirse traicionado si por casualidad leen este artículo y leen lo que van leer.

No es algo que tampoco me haya atormentado en los últimos tiempos, hablo de esas conversaciones en ámbitos privados y amistosos, ni siquiera cuando sentí esta inclinación que no se pierde en el tiempo pues no es nada reciente, pero sí que viene dejando su poso sobre mi forma de ser y mi manera de actuar desde hace muchos años. No sabría situar en un tiempo concreto el clic, esa chispa que dicen los entendidos que se enciende cuando algo realmente nos sorprende e incita, nos motiva y seduce, sin haber un paso previo, una pista a la que agarrarnos para entender eso que nos pasa. Sin preaviso. No sabría marcar una cruz en casilla alguna de ningún calendario. Inicio de los noventa tal vez, aquellos años tan locos en los que arribaron a la escena pública, de casi todas las expresiones artísticas se podría decir, tantas manifestaciones distintas como gentes habitábamos en este país, de manera que uno solo, bueno, y un par de colegas más,  ya podía constituirse en tribu urbana amante del saxo desafinado, el pelo enrojecido y chupa de eskay rosa a diferencia de quienes preferían canciones directamente desafinadas cantadas en inglés, con atuendos de ejecutivos y rimmel al por mayor. En esos años locos en los que no habíamos hecho nada para merecernos aquello, yo inicié esta aventura personal de la que hoy quiero hablar escribiendo.



Como sucede en este tipo de aficiones la lectura, los libros, las revistas, los youtubes y documentales, ciertas páginas web bien seleccionadas, fotografías y dibujos a falta de ellas, han jugado un papel influyente. No se puede andar solo este camino, o al menos, no durante mucho tiempo. Y es el tiempo, precisamente, un factor determinante en esta inclinación mía de la que hoy quiero hablar definitivamente. El tiempo en todos sus sentidos y duraciones. El paso de los días y de los años convierten en adicción lo que yo supuse sería una inclinación de relleno de algunos tiempos muertos o de poca acción y atención a mis cosas más perentorias y rutinarias. Y esa adicción atraviesa inevitablemente y se convierte en un actor principal en la secuencia que rige todos los momentos, rituales casi religiosos, que constituyen la propia duración de la acción, el tiempo justo y necesario para consumarla.

Me preguntarás si solo o acompañado, pues estoy convencido de que sin necesidad de nombrar con su nombre verdadero y preciso esta declaración que ahora declaro ( o esta confesión que ahora confieso), ya te has hecho a la idea, ya tienes una sospecha más que fundada de lo que digo sin decir, y tal vez ya te preguntas por qué en este mis amores (25) y no en el primero, por qué tanto tiempo ocultando lo que te parece es entendible y justificable, y que nadie podrá levantar una mano contra mí, ni una burla ni acusación alguna pues yo no soy el único, pues conoces a tanta gente con esta misma inclinación, más adictos y obsesionados por el asunto que yo… pues te diré que a veces solo, acompañado únicamente por mis deseos, pruebas, aciertos y temores, y otras muchas acompañado, teniéndolo cerca, muy cerca de mí, abrazando cada movimiento en esa relación tan personal como paso delicado, sin marcha atrás, con escasas posibilidades de ser corregido en caso de errar con un error  ( o fallar con un fallo), o rodeado incluso de quienes solo buscan mirar cómo se hace, dejándoles plena libertad de movimiento y circulación en torno a lo que hacemos a cuatro manos, a seis en otras  veces.  Permitiendo en ocasiones que hagan fotos, que acerquen su mirilla a lo que hacemos para capturar el mínimo detalle, cada paso, cada huella, el frío o el calor si fuera posible captarlos, la delicada caricia sobre la carne limpia y aseada, el perfume entre las manos, el fuego que consume y abrasa caldeando el ambiente, siempre el fuego que transforma el principio de la acción en un final que deleita todos los sentidos, la humedad de la boca que anuncia el placer que se avecina y promete el final de los finales, el que tú ya imaginas como yo.