Mis amores

Juan José Gordillo

Rodeados (Mis amores veintidós)

Nuevo artículo de Juan José Gordillo

No te dejará dormir este estrépito infinito
Que intenta llenar los días de tinieblas y enemigos
Una estruendosa jauría se empeña en hacer callar
Las preguntas, los matices, el murmullo de ojalás

Ismael Serrano “Si se callase el ruido”




Estamos rodeados. Por todos sitios, mires donde mires, al norte, al centro, por arriba, tras tus pasos, por mar y aire, da igual cerca que lejos, nos rodean y no nos dejan escapatoria. Asistimos a una especie de tragedia griega en la que sus personajes participan en su propio sacrificio creyendo que asisten a su liberación porque confían aun en que no existe el fatal destino y que son ellos los únicos capaces de construirlo.

Nos asedian sin tregua en las webs existentes, en todas ellas, sean las más recientes o las más antiguas, las que permiten solo unas cuantas palabras y las que permiten el quijote, por todos sitios nos amenazan con sus mentiras y fabulaciones sobre lo que fueron acontecimientos ampliamente asumidos como ciertos e irrefutables. Despiezan y cuartean la historia del siglo XX a sus intereses y conveniencia, aplauden todavía al dictador Franco y destrozan en público los rostros pintados de las víctimas del genocida, se visten de rojo y gualda para aseverar que aman a España y distinguirse de nosotros, justamente nosotros, los rodeados, los asaltados desde todos sitios por sus mensajes de   de odio y mentiras. Nos convierten en verdugos para justificar sus ataques destemplados y sin misericordia. El mundo al revés es su gran estrategia.

El asedio se nos ha presentado en nuestras mismas narices, a plena luz del día, sin verlo venir, aunque ya tuvimos serias advertencias hace unos siete años. En algunos pueblos y ciudades de nuestro querido país empezaron a sonar cantos vociferados por gentes del pueblo, gente llana, trabajadora, normal, como tú y como yo. A por ellos, oé, a por ellos, oé, gritaban embravecidos a los destacamentos de guardias civiles o policías que en autobuses y furgonetas salían de aquellos pueblos con destino Barcelona, o más concretamente, con destino el procés. Ese fue el primer síntoma del asedio que se gestaba porque quienes no salimos a vociferar ese cántico, quienes no aplaudíamos esa toma de decisiones del PP duro de Rajoy fuimos declarados cómplices y aliados de otra toma de decisiones estúpida y desproporcionada de los partidos catalanistas. O con ellos, las fuerzas de orden público, o contra ellos se convirtió en razón de ser política, en el principal argumento electoral de la extrema derecha acechante, de Vox, en Andalucía, España y la Humanidad, en las elecciones al parlamento andaluz celebradas en ese tiempo del aporellos como secuencias ininterrumpidas del mismo hilo conductor. A Piqué, le silbaban al por mayor en todos los estadios, miles y miles de personas, trabajadoras, normales, como nosotros, y lo hacían muy especialmente si vestía la zamarra de la selección española, en una especie de declaración popular y futbolera de pureza ibérica en la que un disidente (como tu y como yo) de aquel objetivo (aporellos) no tenía sitio, ni siquiera en el centro de la defensa. El fútbol es un buen termómetro del asedio. Se ha permitido celebrar el estadio como un ensayo de los horrores por venir. Los insultos a jugadores negros perpetrados por multitud de aficionados, el uso gratis de banderas anticonstitucionales, el clamor anti Cataluña, el anti Madrid, las vestimentas de los más radicales forofos propias del fascismo italiano, las performances plásticas con muñecos de jugadores de color ahorcados de un puente, adelantaban ya el correlato extrafutbolero, de mayor calado y consistencia.

Cada día que pasa asistimos a proclamas y hechos que nos avisan de sus intentos por romper lo que tanto trabajo costó construir a dos o tres generaciones entre las que me encuentro. No trato en absoluto de dar a entender que lo hecho, el paso de una autarquía cruel a una democracia de plenos derechos, tiene que ser considerado, muy singularmente por las generaciones posteriores, un avance perfecto y como tal inamovible. Conocemos de primera mano las imperfecciones del largo proceso desde la llamada transición del 79 a los primeros cambios alternativos en la gobernabilidad de la nación y sus autonomías y el largo etcétera siguiente. Sin embargo pensábamos que los pilares que mejor definen los estados democráticos avanzados, tales como la educación, la sanidad, la protección de los más débiles, el respeto absoluto a la libertad individual y a su ejercicio, la solidez de la justicia en sus diferentes ámbitos, los derechos humanos, serían intocables en sus esencias. Estábamos equivocados.

La irrupción de la extrema derecha en España especialmente (en Europa y las Américas también) ha roto bruscamente el espejo en el que nos mirábamos. Debemos reconocer que andábamos en esa etapa vanidosa y un tanto fabuladora, alejada de la realidad, de que lo conseguido era bello e irreversible. Creímos que las nuevas políticas feministas como las solidarias, solo en parte, con la ola migratoria, como las de atención específica a las culturas no cristianas ni eurocéntricas, como la consideración integradora de la ciudad y sus servicios... no necesitaban de grandes dosis de paciencia y explicación convincente. En su lugar no hicimos nada para confrontar esos avances con el discurso xenófobo, antifeminista, antiinmigratorio, hipernacionalista en los primeros y sonoros estruendos de esa derecha neofascista en forma y fondo. En el primer debate nacional en la televisión pública entre los principales aspirantes a presidentes de gobierno, con presencia de Abascal, ninguno de los representantes de las izquierdas entró en pugna directa con sus proclamas de odio y mentira. Nos equivocamos.

Volviendo, finalmente, al imaginario futbolístico y su potencial capacidad para revelarnos el clima social expresado en noventa minutos más el tiempo añadido, yo suelo decir a algunos amigos que este ataque, el hostigmiento a quienes nos mirábamos en el espejo tan confiados, empezó con Mourinho. De aquellos rifirrafes con el Barça, no solo verbales sino físicos también (el dedo en el ojo al bueno de Tito Vilanova es el mayor gesto anticatalanista de la democracia española, comparable tal vez al desembarco del Piolín), han venido estos lodos. Lo que comenzó el portugués entonces lo está cerrando la madrileña, ahora. Se empieza con Mourinho y se termina con Isabel. Y Madrid nos rodea con la saña de la que carecen otros sitiadores, y Madrid nos asedia sin ambages ni complejos. La palabra libertad es hoy nuestra fatal paradoja cuando está en los labios de esta lideresa, semejante al aciago destino del reo que bajo la amenaza del hacha sostenida por su verdugo óyele a este gritar: ¡viva la vida!

Solo la justicia que administran jueces y fiscales, principalmente, nos defenderá de tantos como nos rodean y atacan. Claro que...