Cuando los años o la enfermedad consiguen abrir una rendija en la mente, corres el peligro de que por ella se cuele el olvido, expandiéndose como una niebla densa que comienza por ocultar lo que hiciste hace un rato o donde dejaste lo que llevabas en la mano. El avance es imparable, poco a poco lo cubre todo, los recuerdos celosamente guardados, el nombre de tu gente, la receta de cocina que tanto celebraban, cómo funciona el móvil, a la vez que te hace ser reiterativo contando la misma historia mil veces. Mi madre, nonagenaria, dice que no le molesta la falta de memoria, pues no le duele y es que al dolor se le teme más que a la propia muerte.
No sé en qué parte del cerebro se guarda la memoria de la niñez, pero desde luego bien protegida debe estar, pues cuando la niebla del olvido avanza, esa parte permanece, se resiste a perderse, es la última en caer, es el último bastión. Llevo 15 años visitando regularmente una residencia de mayores y vi como decenas de residentes terminan olvidándolo casi todo, lo último el recuerdo de su mama, seguro que protegido con un doble escudo.
El vínculo con nuestras madres, va más allá del inicial cordón umbilical, sus arrullos, la lactancia, bajo su delantal, los llantos ahogados entre sus brazos protectores, los besos, el olor, hasta los zapatillazos. Es tan fuerte el lazo creado que cuando todo y todos se olvidan allí sigue ella viva en el recuerdo.
La memoria en general es selectiva y sobre todo generosa pues guarda lo bueno, lo malo que siempre hay, lo arrincona, es pura sobrevivencia. No podemos vivir con el rencor o el odio permanente, quien opta por fomentar el resentimiento, la hostilidad, se amarga, amarga a su entorno y seguro que se muere antes, por eso de los tristes que conocí muy pocos llegaron a viejos.
Sacamos pecho al ser de los países con más esperanza de vida, nuestro clima, alimentación, la familia protectora y el sistema de salud (al menos el que teníamos antes) según los expertos son nuestras principales bazas, pero ahí hay también mucho sufrimiento, la edad media tan elevada se hace con muchas personas perdidas. Conmigo no quisiera que en semejantes condiciones contaran para consolidar esas cifras, no se trata de la cantidad de años, sino de un mínimo de calidad y como dice mi madre que al menos que no duela.
Salud